Habitualmente pinto en el aula de la casa de cultura de mi pueblo junto a un montón de amigos y amigas tan deseosos como yo por disponer de un rato para pintar y, por supuesto, charlar.
Durante el tiempo que tardé en pintar la serie de dos cuadros de la catedral y la cripta (a la izquierda y a la derecha respectivamente), me divertía mucho entrar en el aula de pintura y encontrarme a unos niños delante de mis cuadros mirando y discutiendo qué es lo que había cambiado desde la última vez que los habían contemplado. Como me gusta mimar los detalles y pintar elementos del tamaño de una gota, les costaba encontrar los cambios, y cuando les enseñaba, por ejemplo, una gárgola que había añadido, o un fauno, se quedaban boquiabiertas escuchando la explicación e incluso sugiriéndome añadir otros seres tales como el perro de tres cabezas de la película de Harry Potter que acababan de ver.
Igual que a ellos, me gustan los cuadros en los que hay que buscar detalles, quizá por eso, los pintores que más me han inspirado son Salvador Dalí, René Magritte, El Bosco y Pieter Brueghel el Viejo.
Aprovecho este huequecito para agradecer a todos los compañeros del grupo de pintura y, especialmente, a Juan Berrospe, nuestro guía y profesor, los buenos ratos que pasamos en compañía de la Pintura.
Frases tales como "antes muerta que sencilla" o "ser una del montón", dejan claro que a todos(as) nos gusta ser un poco diferentes, tener un punto especial. Comencé a pintar la ropa a mi gusto para salir de la aparente uniformidad de las prendas que compramos en cualquier tienda, lo que ahora se mal llama customizar, o correctamente, personalizar.
Hace años una compañera de trabajo, que me había visto con mis pantalones pintados, me pidió un favor: se le había caído una gota de lejía en su pantalón nuevo y me preguntó si lo podía salvar ya que le gustaba mucho. La mancha era muy pequeña y con pintar una hoja de roble el problema estaba resuelto, mi amiga quedó tan encantada que me dijo que se iba a ir de tiendas para buscar una camiseta a juego (una excusa como otra cualquiera para irse de compras), sin embargo, no me podía hacer un cumplido mejor.
He usado el diseño de las hojas de arboles más a menudo, y de vez en cuando surge una cara entre las hojas, una imagen que los ingleses llaman "greenman".
Según se teja la seda, se pueden obtener los siguientes tipos de tejidos:
(*) Gusano tasar: que se cría en libertad en la llamada sericultura silvestre o forestal, comiendo hojas distintas de la de morera, y que agrupa a diferentes especies.
Para que los colores vuelvan a ser vivos, se recomienda añadir algo de vinagre incoloro en el último aclarado. Es conveniente que las telas no se toquen entre sí para que los colores no puedan pasar de unas a otras. Recomiendo poner la seda en una toalla para quitarle la humedad y planchar inmediatamente. En el caso de una blusa conviene poner una toalla entre las capas para que no traspase el color. Pueden limpiarse en seco con precaución excepto las piezas con colores metálicos.
Para secar la seda no se debe escurrir, ni retorcer, ni usar secadora. Un buen método para secarla es escurrirla entre dos toallas, dejándola secar al aire horizontalmente. En el caso de sedas pintadas con pintura al vapor hay que evitar que las telas se toquen entre sí a la hora de secarse ya que pueden desteñir.
La seda se plancha mejor estando aún ligeramente húmeda. Debe plancharse a temperatura media (entre 100 y 160ºC), sin presionar demasiado y durante tiempo no muy prolongado.
La seda debe guardarse enrollada en lugar de doblada para que las fibras no sufran en el pliegue y así no se lleguen a romper. De igual forma, al usar pañuelos de seda, hay que evitar apretar demasiado los nudos.
Si se va a almacenar durante mucho tiempo, debe protegerse de la luz y los insectos. Se puede guardar enrollada en un tubo en un sitio seco y fresco, evitando usar bolsas de plástico ya que le impiden respirar.